lunes, 4 de febrero de 2013

El águila por la gaviota

Y aquí estamos, señoras y señores, una vez más, ante otro escándalo de corrupción y sobresueldos. Pero esta vez viene cargada la historia, porque afecta, nada más y nada menos, a la cúpula del Partido Popular, que es el que actualmente gobierna el país y tiene el respaldo de una mayoría absoluta conseguida en las últimas elecciones.
El centro de la historia es que un tal Bárcenas se ha dedicado, durante estos últimos diez años, a firmar concesiones económicas, "sobresueldos", a integrantes del partido como Rajoy o Cospedal. Si ya la información sola de por sí es escandalosa, el contexto de crisis económica la agrava aún más. Como no podría ser de otra manera, y tal y como suele seguir el protocolo en estas ocasiones, el presidente ha salido rápidamente (a través de un monitor de televisión) a desmentir todas las informaciones, asegurando que mostrará públicamente la declaración de sus bienes y ganancias a Hacienda. Sin duda, una acción inútil que no demostrará ni su inocencia ni su culpabilidad, porque si bien ha recibido dinero negro, éste no estará reflejado en tal declaración (vamos, ese es el concepto que yo tengo de "negro", dinero que se gana y no se declara).
El señor presidente está tomando a los españoles por tontos, y ya no es la primera vez. De todas formas, no ha de ser razón para extrañarse que algunas personas lo crean una vez hayan visto tal documento, al fin y al cabo, estamos en España.
Mientras tanto, los acérrimos seguidores del partido y del presidente defienden paranoicas teorías conspiratorias contra el actual gobierno, alegando que hay siempre hay "alguien" que intenta atacar al PP cuando la situación económica y social del país está encaminando el sendero de la recuperación. Obviamente, después de "acérrimos" se me olvidó poner la palabra "ciegos".
De entre las voces que piden la dimisión de Rajoy, emerge la de tan férrea y bien organizada oposición. Sí, se trata del PSOE, ese partido descalabrado que se hunde más a cada palabra que pronuncian sus integrantes. Ese partido que tiene de "socialista" lo que el PP de "popular". El que dejó al país sumido en la crisis más grave de la democracia, de la mano de un presidente inútil, José Luís Rodríguez Zapatero; y que cuenta en sus filas con Felipe González, ex presidente que defendía fervientemente, durante la transición a la democracia, la autodeterminación de los pueblos de España y que ahora crucifica cualquier posibilidad de referéndum en Catalunya. No están ellos tampoco para hablar.
Señores, señoras, niños, niñas, juventud diversa; tras esta reflexión sobre ambos partidos, tengo que decir algo trascendental: el bipartidismo NO FUNCIONA. La ley electoral vigente, redactada e ideada casi seguro por un puñado de primates no evolucionados, sería ideal para Cánovas y Sagasta: tú gobiernas cuatro años, luego yo otros cuatro y así sucesivamente. Puede que este sistema funcione en los Estados Unidos, con lo cual discrepo, pero en un estado en el que no están definidas ni la izquierda ni la derecha, no puede hacerlo. Porque en cada período de elecciones nos están dando a elegir entre centro (PSOE) y la derecha franquista (PP).
Efectivamente. Estamos en un país sin bandos definidos, un gobierno nefasto y una oposición peor. La situación es tan grave, que nuestros representantes políticos han iniciado un juego en el que hacer (o decir) la mayor burrada y ser el más gilipollas es el objetivo principal. Y de este caos, los papeles de Bárcenas, el confeti de Cospedal; sale José Ignacio Wert a escena y saca de la chistera una discutible (vale, estúpida) ley orgánica sobre la educación, en la que se presentan disparates como que los alumnos por aula en la ESO serán 36 o diversos ataques a las lenguas cooficiales del Estado.
El Gobierno roba. Europa no ayuda. No hay derechos.


La Constitución de 1978 ya se vende en rollos de papel higiénico. Nos han cambiado el águila por la gaviota.